Cuento y recuento del golf en Caraballeda

Cuento y recuento del golf en Caraballeda

Raúl Sanz Machado

Por no existir documentos fehacientes, la historia de la fundación de Caracas se compone de supuestos y tradiciones entre las cuales el día del Apóstol Santiago, 25 de julio, coincide con el apelativo de la ciudad, como era costumbre durante el poblamiento español en América. De allí el nombre Santiago de León, aunque también luce probable que el nombre impuesto por Diego de Losada haya tenido más bien relación con la Orden de los Caballeros de Santiago de León originaria del Reino de León, a la cual pertenecían varios miembros de la familia Losada. En todo caso, se tiene como cierto, el hecho según el cual el conquistador Losada, partió de El Tocuyo, donde se hallaba aposentado en abril de 1567, recorriendo el valle de San Francisco, donde  tuvo lugar el hecho fundacional.

Este sucinto resumen, viene a cuento por su relación con la fundación de la ciudad de Nuestra Señora de Caraballeda por Diego de Losada, quien después de la fundación de Caracas, supuestamente, en 1567, buscaba una salida al mar, para facilitar las comunicaciones, escogiendo el mismo lugar donde 7 años antes, Francisco de Fajardo había fundado un poblado con el nombre de Villa del Collado, en agradecimiento al gobernador y capitán general de la Provincia de Venezuela, Pablo Collado, quien lo honró otorgándole el grado de “Capitán.” La Villa del Collado, fue agresivamente atacada de manera reiterada por los aborígenes Toromaymas hasta que Fajardo debió abandonarla con los sobrevivientes, quienes  regresaron a duras penas, en piraguas a Margarita. La primitiva Caraballeda, fundada por Losada en septiembre de 1567 no tuvo mejor suerte y se extinguió en 1586, debido a conflictos políticos entre los vecinos y el gobernador Luís de Rojas. Posteriormente, soplaron vientos más propicios y Caraballeda recobró su status como dependencia del actual Estado Vargas.

En una suave colina, asiento del fundo Juan Díaz, se construyó una espléndida casona en el siglo XVII, uno de los pocos e invalorables vestigios que aún permanecen de la época colonial hispánica en Venezuela, la cual al correr de los siguientes tres siglos, se convirtió, a mediados del siglo XX, en sede de la casa-club del Caraballeda Golf & Yatch Club, asiento de los links, frente al imponente paisaje del mar Caribe. Fue en 1946, cuando los propietarios de aquellos predios, familia Sosa Báez, constituyeron con los empresarios Bernardo Siso y Carlos Heny la urbanización residencial Caribe, la primera y más importante de la zona litoralense. El proyecto incorporó inicialmente la fundación del club social para el deporte del golf, y a tal efecto, se constituyó con comité organizador integrado por los Señores Luís y Casiano Vaamonde, John P, Phelps, Armando Planchart, Reinaldo Herrera Uslar, Freddy Behrens y Eugenio Méndez. El proyecto se complementó con las dependencias construidas en la zona de la laguna de Caraballeda, para promover los deportes naúticos y de pesca, como también con fines turísticos.

Las actividades sociales, recreativas y deportivas del CG&YC, se desarrollaron de tal manera que se constituyó en un privilegiado centro social, por su grato ambiente y la calidad de sus servicios. Tuve la fortuna de disfrutarlo con mi familia y con amigos, asiduos concurrentes entre los cuales recuerdo a Fernando Zozaya, René Toro, Carlos A. “Pipo” Punceles, los Reverón y Behrens, entre muchos otros. Allí solía jugar con mis hijos adolescentes Raúl Ignacio, de sólida trayectoria, para mi orgullo, en el golf mayor, y Francisco Gámez Arcaya, quienes se iniciaron así en las normas elementales de la etiqueta golfística. Nota relevante es el cálido ambiente señorial de la casona-club, y de manera especial, su plácido comedor-restaurant, donde a cielo abierto, disfrutamos de exquisiteces gastronómicas en un ambiente de amena cordialidad. Era frecuente la presencia de Arturo Uslar Pietri y de su esposa Isabel.

La tragedia del deslave de 1999, ocasionó graves perjuicios que afectaron severamente la vida deportiva del club, y por consiguiente, a sus tres centenares de trabajadores, técnicos y personal administrativo. A consecuencia del desastre se produjo un intento, afortunadamente  frustrado, de invasión de los terrenos del campo de golf, y a fines de julio del 2009, se produjo otro intento de expropiación para convertirlo en un parque ecológico, que de hecho, y por tradición, ha sido y es así. La vía legal y el sentido común prevalecieron, y hoy el Caraballeda Golf & Yacht Club y toda su membrecía emplean sus mejores recursos para devolverle la calidad ambiental, y especialmente, así como para el complejo y costoso proceso de rehabilitación de los links y su indispensable mantenimiento. Que así sea.

 
 
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