El golf, un frenesí

El golf, un frenesí

¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son. Así acaba el primer acto de La vida es sueño de Calderón de la Barca y sirve de introducción para el golf.

Con solo cambiar vida por golf, Calderón no se equivocaría en nada de lo que escribió en su obra maestra. El golf es un frenesí, sino que pregunten a más de uno qué se le pasa por la cabeza cuando en el golpe más sencillo la bola no entra o cuando en el más complicado y decisivo entra en un par de golpes.

También es una ilusión, una sombra y una ficción. Como en todo deporte y el golf no podía ser menos, ilusiona a los que lo ven y a los que lo juegan, con sus luces y sus sombras, su oscurantismo y su pasión y con su ficción, esa que hace pensar si lo que hace McIlroy o lo que hizo Spieth la temporada pasada no es más una cosa de dibujos animados y cómics que de un ser humano.

Hablar de golf en España es más de locos soñadores que de hombres realistas, el golf es un reducto de deporte (muchos se preguntan qué tipo de deporte) reservado para ricos, pijos y clase alta, muy alta. Pero ver el Master de Augusta es soñar, soñar con ir allí, con verlo, con sentirlo, con vivirlo… ¿No les parece que The Open tiene una hierba tan perfecta que es más sueño que realidad? ¿Acaso no es un sueño hecho realidad que el golf sea deporte olímpico?

En España soy de esos locos soñadores que piensa que algún día tendré la oportunidad de cubrir un gran torneo, de sentir ese ambiente de ensoñación que los golfistas viven desde el jueves hasta el domingo, en definitiva, de soñar despierto. En este país el golf no tiene la fama del fútbol, pero tiene ese delirio furioso, esa violenta perturbación del ánimo, a la que llamamos frenesí, cuando la bola de Sergio García no entra.

 
 
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