Seve, Rahm y la pasión

Seve, Rahm y la pasión

Hay quien recuerda con más emoción el partido de individuales de la Ryder de 1995 que jugó y perdió Severiano Ballesteros ante Tom Lehman, que el mismísimo birdie del cántabro en el 18 de St. Andrews para ganar el British de 1984.

 Seve, aquella semana en Oak Hill, no estaba para nada. De hecho, no jugó ni un solo foursome. Sencillamente, no cogía ni una calle. Ni siquiera Seve podía competir de esa manera con garantías. Lehman, por contra, era una roca.

En el hoyo 1 de aquel individual, el primero que salía al campo en la definitiva jornada dominical, el cántabro pegó desde el tee treinta metros a la izquierda. Bogey. Uno abajo. En el hoyo 2 Seve se fue veinte metros a la derecha, pero encontró la manera de pegar un hierro 8 por encima de unos árboles para dejar su bola corta de green, aunque con un bunker entre su posición y la bandera. Lehman, mientras, había marcado su bola en el green y tenía un putt de birdie de cuatro metros.

¿Qué ocurrió? Seve embocó desde fuera su aprochito y, por supuesto, Lehman erró el putt. All square.

Así marcharon los nueve primeros hoyos: Lehman, ligeramente trastornado, no metía ni un putt de birdie y Seve no cogía ni una sola calle, pero sacaba pares de debajo de las piedras. El español llegó a subirse al tee del 11 yendo solo uno abajo, ante el estupor de todos, aunque el estadounidense conseguiría mantener la cabeza lo suficientemente fría para ganar al fin en el hoyo 15. A los jugadores del equipo europeo les vino muy bien en todo caso la desgarradora actuación de Seve, su conmovedora resistencia ante lo inevitable, en vista de cómo andaba su juego. Su ejemplo resultó para todos un plus de motivación (Europa ganaría aquella Ryder en suelo americano por 14,5-13,5 con un parcial a su favor de 7,5-4,5 en los individuales).

Diez meses después de aquello, con la Jarra de Clarete en sus manos, Lehman charlaba con el periodista Ron Sirak sobre la importancia de la confianza en el golf. Y le dijo: «cuando juegas con Seve, le miras y su lenguaje corporal te está gritando: qué importa el lugar horroroso donde esté mi bola, el siguiente golpe será el más grande que nunca has visto».

Jon Rahm le queda mucho que aprender, seguro, y muchos tiros que enviar al agua después de tomar la decisión equivocada. Le queda todo el camino por recorrer y casi todo por demostrar. Sin embargo…

Sin embargo, con él en juego, se abre paso de tanto en tanto una emocionante sensación: da igual cómo venga, cuántos bogeys y birdies traiga, dónde esté la bola, bien o mal puesta, porque el siguiente golpe puede ser uno de los más grandes que nunca has visto…

Es el talento, por supuesto. Pero también es la pasión. Se puede perder o ganar, pero no es la fe quien mueve montañas; es la pasión. Seve la encarnaba. Y Jon sigue sus pasos.

Fuente: tengolf

 
 
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