Golf imponente en la Falda del Naiguatá

Golf imponente en la Falda del Naiguatá

Caraballeda Golf & Yacht Club es el campo de golf del Litoral Central con 60 años de historia que siempre vio el turismo nacional y del Caribe como su pasado, presente y futuro

En el Litoral Central de Venezuela, en el estado Vargas y frente al mar Caribe, se encuentra una de las canchas de golf con más historia de todas a nivel nacional, que ya de por si es larga, al abrirse al público en semana santa de 1953 con más de 60 años, no sólo por la historia indígena y colonial que le antecede, significado y origen, sino por el rol que su ubicación y concepción le ha tocado desempeñar en su historia contemporánea, y su enfoque pionero en el turismo de golf nacional y en El Caribe.

Históricamente, el Caraballeda Golf & Yatch Club le ha servido a los habitantes de la capital del país, Caracas, como a los temporadistas que religiosa o periódicamente han pasado por el frente, pero también ha sido fuente de buenos caddies que luego se han convertido buenos profesores y/o jugadores. Se trata de una de las canchas pioneras del país, por ser uno de esos clubes iniciados por los que hicieron el Golf en Venezuela, dirigentes amantes del golf con una visión muy clara de las perspectivas de esta disciplina deportiva, no sólo en el área competitiva, sino en el aspecto turístico, porque estos mismos jugadores se intercambiaban sedes para competencias con Puerto Rico, Trinidad, trayendo señoras y familias enteras para el disfrute de golf y turismo.

Todo comenzó mucho antes, pero por el año 1946, cuando los señores Bernardo Siso y Carlos Heny, integrantes de la Directiva de la Urbanizadora “Caribe” con el propósito urbanístico de crear y promover clubes y centros sociales, concibieron al idea de fundar un club social destinado a fomentar el golf y el yacht club, para lo cual en 1947 convocaron a una reunión a un grupo de deportistas, casi todos jugadores de golf, y se nombró a un Comité Organizador, integrado por Luís Vaamonde Santana, John P. Phelps, Reinaldo Herrera Uslar, Alfredo A. Behrens, Eugenio A. Méndez y Casiano Vaamonde para todo lo referente al Club, el financiamiento de los terrenos, y la compra de la antigua casa de la Hacienda “Juan Díaz” para sede social, firmado el 17 de abril de 1948.

El 24 de agosto de 1951 se inició la construcción del campo de golf con planos levantados por el arquitecto paisajista John R. Van Kleek, así como encargado de la preparación y acondicionamiento necesario, conjuntamente con la Comisión designada que integraron los Sres. Samuel Knight, Carlos Siso Paván y Alfredo A. Behrens. Una vez abierto al público en 1953, comenzó a tener actividad con torneos internos, como Abiertos y Oficiales, y se otorgaron, entre otros trofeos, la Copa Siso, ofrecida por Don Bernardo Siso, como la Copa Fin de Año, donada por el Club. Posteriormente, tanto en el terremoto de 1967, como en el deslave de 1999, la cancha de golf sirvió de refugio temporal, cumpliendo con un rol social inesperado pero sumamente útil y estratégico para el rescate de los damnificados.

Sin embargo, la geografía e historia que precede al club, no es menos que patrimonio nacional. Sus exuberantes, imponentes y ricas tierras en la falda de la Silla de Caracas y el pico Naiguatá; sus importantes indígenas locales como el gran cacique Guaicamacuto de nación de Quiriquires; sus orígenes como una de las primeras ciudades de Venezuela; sus conquistadores, fundadores y pobladores como el Capitán Francisco Infante (1608), VI abuelo materno del Libertador, o la Cacica de los Guaiqueríes Doña Isabel (prima hermana del Cacique Naiguatá y nieta de Charayma), liderados primero por el mestizo guaiquerí Francisco Fajardo (hijo de Doña Isabel) en 1560 al fundar la villa El Collado, y luego para españoles por el capitán Diego de Losada a inicios de 1568 en las antiguas ruinas de la ciudad de Fajardo; su nombre y Virgen de Nuestra Señora de Caraballeda, patrona de la población de Rionegro del Puente, en Zamora (España), pueblo natal de Losada, que siempre cuidó y dio fuerza a sus singulares habitantes; su valiosa casa colonial de la Hacienda Juan Díaz, luego restaurada y muy mejorada, ahora con mayor valor cultural e histórico; leyenda del fantasma del pirata Juan Díaz y sus tesoros (1660-1661); y hasta escenario inciertos y de agasajos durante la guerra de la Independencia con el caudillo realista José Tomás Boves (1814).

Sus importantes admiradores y cronistas de su singular belleza geográfica son muchos. Desde el gran científico viajero Alejandro De Humboldt en su jornada del 21 de noviembre de 1799, quien reportó con emoción, insertó en su obra “Viajes a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente,” cuando desde la Silla de Caracas observaba el precipicio a 8 mil pies de profundidad con Caraballeda al fondo, hasta el nativo de Santo Domingo y agente del Gobierno francés en Caracas, Francois-Raymond-Joseph Depons entre 1801 y 1804, cuando en su obra publicada en 1806 y titulada “Voyage a la Partie Orientale de la Terre-Ferme, dans l’Amérique Méridionale,” la cual constituye la más detallada descripción de la Capitanía, al hablar de la fundación de las primeras ciudades con datos históricos con respecto a Caraballeda.

Así como por los años 1825 y 1841, el Cónsul y encargado de negocios del Gobierno Británico, Sir Robert Kerr Porter, en el diario que llevó durante su estadía, recoge algunas observaciones personales sobre sus frecuentes viajes al litoral a visitar a amigos ingleses que tenían negocios comerciales y haciendas de caña de azúcar en La Guaira, Caraballeda, Camurí y Naiguatá, y en el miércoles 26 de diciembre de 1827, cabalgó junto “con Mr. Murry a lo largo de la costa este el mar hasta Caraballeda _un pueblo distante cerca de tres millas al pie de la Silla_ cuya cara en este lado, dice Humboldt, es un precipicio de mas de 7.000 pies_ el mayor conocido (hasta ahora) en uno u otro mundo. Las vistas desde el pueblo son grandiosas y extremadamente salvajes. Varios torrentes impetuosos corren por los barrancos de una espantosa pendiente y unen en un rápido y atronador arroyo, cuyas aguas corren sobre grandes rocas hasta caer al mar cerca de media milla del pueblo. Andamos obligatoriamente por entre Cereus, Cáctus y tupidas plantas de varias clases, durante una distancia considerable, ahí conseguimos un lugar seguro. Caraballeda era la ciudad costanera anterior a la fundación de La Guayra. Unas pocas ruinas de muros e iglesias pueden observarse hacia el agua, pero la vegetación crece tan rápidamente que en muy pocos meses enterraría completamente a una gran ciudad _si estuviera inhabitada_ tanto que haría imposible su descubrimiento. Llovió casi todo este día después de nuestro regreso así como durante la noche.”

Posteriormente, la muy femenina Jenny de Tallenay, la francesita amiga de Guzmán Blanco, luego de haber vivido y recorrido a gran parte de Venezuela durante su estadía de 1878 a 1881, en un viaje desde Naiguatá hasta La Guaira, dice: “Pasamos al lado de una antigua hacienda donde se fabrica un poco de aguardiente de caña, luego, delante de una aldehuela llamada Caraballeda, cuyo nombre debería ser conservado, es allí donde en efecto los españoles desembarcaron por primera vez al parecer en la costa.” Como si fuera poco, también se ha dicho, que en ocasión de estar la hacienda en poder de un familiar de la criolla Teresa de la Parra (1889-1936), allí pasó cortas temporadas y posiblemente inició o inspiró alguna de sus conocidas obras como “Ifigenia,” el “Libro mujer: atractivo, oscuro turbador,” o las “Memorias de Mamá Blanca,” “uno de los libros más tiernos y de más sabia simplicidad,” al decir Arturo Úslar Pietri en el prólogo a la edición de las “Tres Conferencias Inéditas,” de esa sensible escritora.

Sobre la casa colonial, según el bien recordado historiador de arte colonial don Carlos Manuel Möller, “…tales características pueden observarse en la casa de la hacienda Juan Díaz, posiblemente construida toda en una misma época, tal vez a fines del siglo XVII,” por guardar “en efecto, alguna relación arquitectónica en sus columnas [octagonales] con el palacio Arzobispal de Caracas,” y más adelante completa, la casa “era una construcción sencilla, sin pretensiones decorativas, como todas las casa de hacienda de la época colonial; su encanto residía en la adaptación al paisaje, la armonía en la escala, en lo funcional de los ambientes y muy principalmente, lo que el crítico de arte John Ruskin llama, “la honradez de los materiales.”

Hoy en día, el Caraballeda Golf & Yacht Club, afiliada a la Federación Venezolana de Golf (FVG), posee una cancha semi-privada, la cual no sólo sirve a la población de socios plenamente, sino que adicionalmente, recibe jugadores que visitan el litoral central durante las temporadas de vacaciones y/o fines de semana, así como ha recibido turistas que arriban al país vía aérea o vía acuática, por intermedio de cruceros del Caribe o turistas de pesca que gustan de combinar estas dos actividades, todos quienes han podido disfrutar de las escénicos hoyos de golf, como sus históricas instalaciones de la casa club, hoy un verdadero baluarte nacional, y un inmejorable instrumento para el fomento del turismo deportivo y Olímpico en el Litoral Central.

Bibliografía:

  • Libro Caraballeda Golf & Yacht Club – 25 Años (1948-1973)
  • Wikipedia
 
 
Share This